No ir en bus puede ser más peligroso




Una noche de miércoles (como lo dicen al inicio de muchas películas navideñas) en víspera de navidad decidimos tomar el carro y dejarnos llevar por la carretera hasta nuestra ciudad. No me atrae manejar y para ser sincera tampoco he aprendido hacerlo así que fui una vez más una pésima copiloto para mi amiga quien con serenidad manejó durante dos horas y media de Quito a Ambato.

El viaje en carro es diferente, escuchas música, conversas y disfrutas del oscuro paisaje, una que otra vez criticas la imprudencia del vecino de carretera y enderezas a ratos el cuello mientras te reclinas en un cómodo asiento.
Note que mi amiga sentía un poco de nerviosismo cada vez que un bus intentaba rebasarla, como frecuente usuaria del transporte público interprovincial entendía que era lógico, con frecuencia estas inmensas bestias (así se ven en la noche si son comparadas con los pequeños automóviles) se apegan tanto al carro vecino que poco y falta para producir un choque.

Después de hora y media de viaje una hilera de carros nos detuvo, el choque de un camión y un bus de la flota Imbabura eran los causantes de la espera, la escena era triste, tal vez no nos conmovió lo suficiente por ser lo común de las carreteras.

El sonido dela ambulancia aún nos acompañaba cuando un bus -extraño pero cierto- de la misma cooperativa nos rebasó. Durante diez minutos estuvo frente a nosotros y miramos con poco asombro pero llenas de indignación como curvaba, como se pasaba con normalidad al carril contrario y como rebasaba a los pequeños autos...se perdió en la oscuridad del camino esperemos que únicamente se haya perdido de nuestra vista y que no sea la causa de la perdida de otra vida.

El Ecovia a oscuras

Entrar a la estación del Ecovia me causó como nunca total desconfianza, la oscuridad no me permitía ver a las cinco o seis personas que esperaban y que se habían acostumbrado ya a ver entre sombras. Fue como entrar al teatro Ambato cuando proyectaban películas pero sin el muchacho que enfoca los asientos con una linterna. Me ayude con la la luz del celular y me arrime al vidrio resignada a la oscuridad.

Sentí un leve movimiento ajeno a mi cuerpo justo en mis pies, era un joven, bueno creo que era joven no podía verlo claramente, que se había sentado a esperar. Después de unos minutos todos concentramos nuestros ojos en la entrada de una señora gorda que se ayudaba con las manos para no tropezar.

Las luces de los carros que pasaban por las 6 de Diciembre nos obligaba a todos a recorrer la estrecha estación para mirar los rostros de quienes eramos cómplices de ese momento a oscuras.

“Lo más difícil fue introducir la moneda” dijo una señorita con uniforme de banco, unos tres se rieron del comentario y creo que los demás sonreímos. Derepente el guardián de la estación encendió una linterna y enfocó la cara de cada uno de los que esperábamos, la señora gorda renegó asustada “Qué le pasa”, “Es por seguridad señora”, por seguridad me sentí por unos momentos como una delincuente capturada por al justicia. “Señor guardia por seguridad encienda una vela”.

El mejor lugar para recordar


Indefinidos son los pensamientos que nos acompañan mientras viajamos en bus. En mi corto recorrido en la Ecovia de mi casa al trabajo decidí preguntarle a mi compañero de asiento “señor en qué piensa”, me miró sorprendido, luego sonrió y me dijo “no se”, miró a la ventana y me lo confesó “no se exactamente en qué pienso, mi hija mañana viaja a Colombia a un curso y eso me preocupa, además mi ex esposa me ha pedido que hablemos hoy en la tarde y eso me preocupa aún más, también pensaba en mis zapatos, me aprietan un poco”.

Mi corta pregunta “señor en qué piensa” desató un monologo protagonizado por mi amable compañero de Ecovia, me contó de su ex esposa, de su divorcio, de sus tres hijos, habló de su ex esposa otra vez, de su blusa blanca que quemó mientras discutían por última vez. Yo me baje en la parada de La Paz él llegaría hasta la Casa de Cultura y seguiría pensando en su esposa.

Cuántos pensamientos serán parte del bus, cuántos buses habrán sido el escenario de decisiones importantes. En ese tiempo que nos dejamos llevar por un rectángulo de metal con ruedas pensamos, pensamos y pensamos, pero existen unos pensamientos que creo son más recurrentes, los del recuerdo.

El bus es el mejor lugar para recordar.

La Espera

El pega payasos

No puedo ni imaginar que un pasajero empuje a un sonriente payaso e impacte un puñetazo contra su cara, cuando escuche al protagonista reírse mientras contaba la historia sentí rabia y decidí contar la historia:

“Siempre es a mi, siempre” repetía el joven de ojos claros mientras se fumaba un cigarrillo, lo analice con cuidado para entender al payaso, o como él aseguraba a todos los payasos que se suben a los buses donde él ha viajado, y no encontré ningún rasgo que invite a la burla, creo que simplemente el payaso decidió tocarle el hombro y repetir su chiste refiriéndose a él por azar.

Pero el joven no se río advirtió al hombre maquillado con una nariz roja que no lo moleste pero el payaso continuó no por mucho tiempo porque enseguida sintió el puño del molesto joven en el ojo, la víctima no era un dulce payaso era un “payaso” con dos grandes senos de plástico colgados al frente y una enorme nalga no cubierta por una falda de mujer. La imagen de este payaso sin duda no es nada respetuosa ¿pero merecía ser golpeado?

Lo más extraño de esta historia es que Javier el protagonista volví a pegar a un payaso meses después.

Los tipos de buses



Los turísticos.- aquellos que te permiten leer plácidamente, los que podrían convertirse en una original pasarela móvil donde las modelos no tendrían dificultad de caminar de un lado a otro debido a la lentitud del bus. El chófer tiene un objetivo: pasearte por las amplias y angostas calles de Quito permitiéndote observar la ciudad con ojos de turista. Este tipo de bus te hace desear lanzarte por la ventana para apenas trotando poder rebasarlo.



Los tipo bar.- aquellos que no te permiten escuchar ni tus pensamientos, la música que detestas se escucha en cada asiento y te obliga a taparte los oídos. La misión del chófer: inculcarte el odio por los vallenatos y hacerte hablar a gritos por el celular.



Los atrasados.- aquellos que no paran ni a los pasajeros ni delante del semáforo en rojo, acelerar y curvar rebasando son las características de este bus que transporta niños y ancianos que apenas y logran sostenerse. A momentos disfrutas de la velocidad sientes como el viento acaricia tu rostro pero después de los cinco minutos sientes nauseas y se te atora le grito hacia el conductor por miedo a su reacción. El chófer de este bus solo busca llegar a su destino sin importar las consecuencias, maltratar a sus pasajeros y se divierte jugando con los nervios de las señoras que aprietan el rosario.




Los repletos.-
aquellos que no permiten a sus pasajeros respetar la comunicación proxémica, no se diferencian de los que están sentados, parados o asfixiandose, confundes tu mano y la posas en la cintura de un desconocido porque pensando que era la tuya, alzas el cuello entre las incontables cabezas y respiras. El bus frena pero toda le gente sigue en el mismo lugar, cuando alguien se baja suben tres más y el controlador repite las mismas palabras “siga siga si hay espacio acomodese”. El sueño del chófer ganar el record guiness transportando el mayor número de pasajeros.

¿por qué hablar del bus?


Cada espacio cerrado se convierte en un mundo, los buses son como pequeños cubos como aquellos construidos en la vida del ahorcado, el cubo llamado bus aveces asfixia, otras incomoda, otras relaja, es un mundo al parecer simple pero en realidad complejo.

En este mundo que se moviliza por un mismo camino más de treinta veces diarias es parte de la vida de infinidad de personas, se convierte en el mundo del estudiante que va al colegio, del profesional que va al trabajo y del que simplemente va.

Es el único espacio que no es de nadie, es el único territorio que no está marcado en este se convergen roqueros, ejecutivos, niños, liberales, inseguros, idealistas, tú y yo.

Hablar del bus es hablar de una parte del mundo urbano, es hablar de las personas, es hablar de los sentimientos que en este se generan, de los miedos, de la prisa, por eso es importante hablar del bus.

El rito de tomar el bus

El rito es un acto repetido invariablemente, se relaciona al rito con acciones religiosas o ceremoniales pero sin duda existe un rito en muchas de las cosas que hacemos. El Rito de tomar el bus tiene cuatro pasos: esperar, subir, pagar, viajar (por corto o largo tiempo, sentado o parado), bajar.

Miles de personas repiten este ritual al menos dos veces al día, lo único que cambia durante este rito es el estado de ánimo de esa persona que en la mañana sube un poco dormida al bus, en la tarde está paga el bus feliz y en la noche paga el pasaje furiosa. En los ritos es común que las personas lleven un vestuario simbólico específico, lo que me llevó a imaginar cómo sería el rito de transportarse en bus si utilizáramos todos los elementos de un rito ceremonial.

Treinta pasajeros en un bus la mitad de ellos vestidos de negro simbolizando el luto a la muerte de la última persona que murió en un accidente de tránsito, la otra mitad vestida de verde como símbolo de la esperanza que representa un viaje, no como música de fondo sino como el leit motive de este rito y los muchos similares que se repiten, a todo volumen suenan los ballenatos. El bus para, una vez más para, y el siguiente personaje del rito se hace presente y sube al bus, baja la cabeza y paga el pasaje mientras los demás agitan en su mano las monedas. Todos los sentados cruzan la pierda derecha y miran a la ventana, todos los parados se aferran al tuvo de bus con la mano izquierda y miran al suelo. El chófer quien preside la ceremonia maneja con los ojos cerrados.

El Autobús como método de relajación

Preparo las monedas y subo al "bus", si he tenido suerte me sentaré en el espacio de mi gusto: A la par de la ventana, de segunda, al lado derecho del autobús.
Coloco mi bolso sobre mis piernas y me aferro a él como quien lleva la fórmula secreta que revolucionará al mundo.
Observo por la ventana las casas y las calles por donde paso y procuro que mi mente levite a escasa distancia de mi cuerpo para no detectar los aromas, el roce del cuerpo de la persona a mi lado...
En ocasiones aprovecho para rezar una que otra súplica o plegaria. Leer un libro, estudiar para la Universidad.
Si me toca ir de pie, es por completo una practica de yoga en donde procuro mantener por el mayor tiempo posible la posición del "mono agarrado", la fuerza de mis brazos se pone a prueba y mi equilibrio llega a su máxima o mínima expresión.
Pero nada se compara a la hora de tener que abandonar el bus: Todo un arte poder pasar en medio de las dos filas de gente de pie.
Al colocar los pies en tierra, regreso al mundo real y camino a casa.
Una historia de Marcela Araya.

Cuando el bus se detiene indefinidamente


Son insoportables las horas que el tráfico obliga a pasarse sentado en un asiento del bus, el cuerpo no se adormece, se desespera, se estira, se mueve, se inquieta. Que necesidad inexplicable de salir de ese espacio inmóvil, nada impide que uno baje del bus y salga corriendo, que huya de la monotonía de un asiento, de gente desconocida, de un chófer que bosteza, una señorita que cuenta las monedas y una vista en la ventana que durante varios minutos ha sido la misma. Nada impide escapar del bus y retar al tráfico pero nadie lo hace, nadie se atrave, nadie lo piensa.
La que más sufre las consecuencias de la inmovilidad es la espalda que se duele incomoda y luego contagia su malestar al cuello que apenas protesta.

Durante esa larga espera imagino la imagen que leí y pretendo sentirla para alejar de mi las desquiciadas ganas de romper el vidrio y gritar, supongo que para aquellos que están al borde del suicidio o de la desesperación extrema les puede servir imaginar la felicidad de un hombre que sentado observa las estrellas. Levanto mi rostro y miro el techo del bus ahí están mis estrellas, me pongo los lentes, se hacen invisibles, me los quito, me levanto del asiento e intento alcanzarlas, cundo al fin mis manos han logrado tanto como para alcanzar mi cielo las agarro y me las como, me las como todas y siento miles de estrellas brillar dentro de mi cuerpo. Despierto y lo primero que veo es la misma calle llena de carros.

Cuando la música se convierte en martirio

Debería existir una ley que prohíba a los transportistas públicos compartir sus gustos musicales con los pasajeros. ¿Por qué tengo que escuchar reggaeton o vallenatos durante más de dos horas cuando viajo en bus? Imposible, totalmente imposible tolerar la tormentosa de melodía de una tipo de música que no me gusta y peor aún a todo volumen mientras me aferro a mi asiento porque el bucero toma las curvas de la carretera como si fuese un juego, en el juego el que gana es quien más maltrata al pasajero.

Para ser ganadores los señores transportistas utilizan variedad de herramientas, para mi la más eficaz es la música, después el tener que buscar oxigeno desesperada porque el bus va completamente lleno con pasajeros apretujados por todos lados, también está el típico frenon que obliga a la frente a golpearse contra el asiento y el usual acoso del controlador.

Señores chóferes del Ecuador son pocos muy pocos quienes pierden el juego!!!

Por culpa del apurado chofer

“Salga por atrás, rapidito, rapidito” y la gente muy educada hace caso a las palabras del controlador y cuando se tiene un pie en el bus y otro en el aire el conductor acelera y alguien se cae.

Eso fue lo que paso hoy a las 10 de las mañana cuando me dirigía al trabajo, el bus paró en la Amazonas y una señora fue víctima del apurado chofer. “Bestia” “Animal” “Inhumano” fueros algunos de los insultos que recibió el culpable, pero una señora más sensata llamó al 1800 EMMOP y denunció lo sucedido, espero que esa denuncia sirva de algo.

Las rodillas de las pobre señora estaban muy lastimadas y del susto no alcanzó a decir nada.

Publica tus historias

Todos tenemos algo que contar o que decir sobre el tranposte público, cuenta tu historia!!!

Un ilusionista le quito cinco dólares

la única historia que recuerdo del trole es cuando, me robaron mi billetera sin siquiera percatarme, con tal elegancia yo solo le augure un buen futuro al hábil ilusionista que luego del hurto procedió a devolverme mi billetera con tal candidez que yo termine por agradecerle, cuando me di cuenta, obviamente me la había devuelto sin mis pobres 5 dólares que llevaba dentro, quizás no sería una fortuna pero para entonces servirían para invitar a una amiguita de turno a un heladito, a lo mejor el hizo lo mismo con su amiguita de turno, sin embargo aun sostengo mi respeto y admiración al mal llamado antisocial, que simplemente aprovecho mi condición de seudo adolescente elevado, tomo prestado un poco de dinero para alimentar de ilusiones a otra incauta, que si bien no seria la mía pero que igual contribuiría al shakirismo de este país jajaja!!!
Una historia Lex Gallardo

El no cuerdo, el ciego, y el perro

En uno de mis viajes a mi querido Ambato encontré en el Trole a tres personajes muy peculiares que hicieron más corto mi viaje de la parada El Ejido al Terminal Quitumbe.

Estaba sentada casi en la mitad del Trole, más cercana al conductor que a la última puerta de entrada y salida, mi mirada se concentró a mi lado derecho, pues delante de mí se encontraba un joven más bajo que alto cubierto por un saco blanco y un pantalón gris, toda su ropa estaba sucia, rota y revelaba su estado de indigencia. Este hombrecito regresaba a ver cada dos minutos hacia atrás y levantaba la mano con alegría “Hola, hola, hola pana hola” después se recostaba sobre su asiento y se reía, esta rutina se repitió varias veces durante mi viaje.

Cuando el hombre “que mira la luna” regresaba a ver hacia atrás me percate que un señor de edad avanzada hacia lo mismo, pero buscaba algo, tal vez al pana del loquito, cuando mire el rostro de este señor me asuste, sus ojos eran completamente blancos lo que revelaba su ceguera, pero ¿buscaba algo que mirar o simplemente quería ser cómplice del no cuerdo?

El tercer personaje de mi viaje fue un perro, mire su cola que salía de una cobija mientras su dueño se dirigía de su asiento a la puerta. El perro parecía muerto, no se movía, no ladraba, no lamía. No era un perro pequeño, era un perro mediano que colgaba del brazo de su amo cubierto por una cobija. “¿Está muerto?, “tal vez está enfermo, pero por qué su dueño lo transporta en Trole y no toma un taxi para llevarlo al veterinario, tal vez no tiene dinero, tal vez él lo mató y lo lleva a enterrar lejos de los ojos de sus hijos”, esos eran mis pensamientos en ese instante cuando el perro, tal vez con la intensión de proteger a su dueño de mis malos pensamientos, se movió.

Estas son las historias que uno encuentra en el transporte público.

Las palabras que nunca pronunciaran

Tres personajes que no pueden faltar dentro de este escenario que crea el transporte público: controlador, cobradora de pasajes dentro de los buses, y las “amables” señoras que cambian las monedas o entregan una ficha en el Ecovia y el Trole. Sin duda estas personas a quienes vemos a diario jamás pronunciaran estas palabras, (cave decir bajo estrictas y muy pequeñas excepciones):
• Buenos días, pasaje por favor.
• Buenos días, buenas tardes, buenas noches.
• Muchas gracias.
• Para servirle.
• Que tenga un buen día.
• Claro yo le ayudo no se preocupe.

Las frases más pronunciadas:
• Pasaje.
• Siga, siga rapidito.
• Atrás hay puesto no se quede en la puerta.

El bus más odiado


Aquellas personas que necesitan utilizar el bus CAMAL AEROPUERTO entenderán mi indignación frente a este lento transporte, muy bien les reveló algunas cositas que lo convierten en el causante de que lleguemos tarde a nuestro destino cuando la única opción de transporte es el bus Camal Aeropuerto.

Primero, al norte de quito cerca de la Comisaría de Transito se ubica la parada de estos buses, mientras uno espera la llegada del Camal Aeropuerto por más de 15 minutos los taxistas le ofrecen sus servicios, cuando al fin el bus a llegado y uno se dispone a subir el controlador le anuncia “espere el otro bus este no sale” “¡Que!”, muy bien ha esperar 15 minutos más y mientras tanto el bus está estacionado con e motor prendido y totalmente vacío. Segundo, cuando ya se ha subido al bus, que si va hacer el recorrido, este baja la calle lentamente, sin apuro, a apenas y aprieta el acelerador, y juega con la paciencia de los pasajeros. Tercero, en esa esquina una señora agita su mano y el bus para, en la siguiente esquina un niño desea subir y el bus para, a mitad de la calle tres estudiantes estiran la mano y el bus para y el recorrido se resume en eso parada tras parada tras parada.

Tres razones totalmente validas para odiar al bus CAMAL AEROPUERTO.

Día del blog

Día del Blog


Ómnibus

Ómnibus, una historia sobre el transporte público contada por Cortázar.

¿Cómo llegar al Terminal Sur?



Es sencillo, pero se necesita algo importante para soportar el viaje hasta al Terminal, paciencia. En la estación norte del trole es necesario tomar el circuito C. Advertencia no hacerse ilusiones con lo que promete este circuito: “Circuito C2 servicio express realiza paradas en La Colón, Plaza Grande, Cumanda, Villaflora y el Recreo”, este trole repleto de gente recorre todas las más de veinte paradas y definitivamente no cumple con su carácter de express. Pero eso sí, aproximadamente después de una hora y media el usuario del Trole Bus llegará al Terminal Quitumbu.

Una hora y media llena de frenazos que obligan a caer en la espalda del compañero de transporte, tiempo en el cuál los afortunados pasajeros que van sentados lo aprovechan en su mayoría para dormir, una hora y media suficiente para hacer nuevos amigos de quienes nunca recordaras su nombre pero sí que se dirigían a Riobamba, a Santo Domingo o a Ambato, y quien deseaba viajar a Esmeraldas será realmente inolvidable, pues recién en la parada El Calzado se enteró que de debía tomar el bus en el Terminal Norte.

Una imagen lírica...

de aquellas personas atrapadas en El Trole o en el mundo...

Fotografía de Elena Milani.

¿Por qué la gente de Quito es tan huraña?

Respuesta: Simplemente porque utilizan El Trole, famoso transporte público de la ciudad.

Literalmente fui obligada a subir este medio de transporte, digo obligada porque mi negación a permanecer por más de un minuto en un lugar encerrado, donde el aire se esconde y donde el sudor se confunde no me permite ingresar al Trole si se tiene estas características. Pero aquel domingo por la tarde en la nueva y flamante Terminal Sur fui empujada por una ola de gente, desesperada por llegar a sus casas, por la puerta de este transporte.

20 minutos después de tener un codo clavado en mi espalda, de sentir la respiración de un extraño en mi cuello y de pararme de puntillas para tomar un poco de aire descubrí porque los quiteños, obligados a utilizar este transporte, son tan huraños y caminan por las calles con el ceño fruncido.

Por consideración a mi sonrisa y sobre todo a mi salud mental, espero poder mantenerme alejada del Trole. Amen.

“las verdaderas historias están en el bus, la gente se muestra tal y como es…”

Gracias Vero, espero poder captar en mis historias la escencia de esas personas que cuando están en un bus simplemete son lo que son. Estoy preparando una historia en honor a tu frase.

Los amantes del asiento de adelante

Quisiera escribir un cuento sobre aquellos que tomados de las manos subieron al bus, a pesar de que el pasillo les impedía caminar juntos sus manos no se soltaban, ellos que con una mano subían la maleta y con la otra tomaban la mano de la persona amada, ellos que durante dos horas y treinta minutos o tal vez más compartieron una funda de papas, recostaron su cabeza en el hombro del otro, se besaron ante los ojos de otros pasajeros, pagaron sus pasajes y nunca permitieron que sus manos se separen.

Mientras escribo escucho una voz familiar que me dice “qué estás escribiendo, ¿oda a las manos acalambradas?”.

Pero no, en realidad quiero escribir sobre esos amantes que no tenían veinte años, esos amantes que se despidieron durante dos horas y más y que se bajaron del bus con lágrimas en los ojos.

Eran las tres de la tarde y el panorama de viajar en el bus era el mismo hasta que dos enamorados de edad adulta decidieron sentarse en el asiento de adelante, lo primero que me llamó la atención fue que el adulto enamorado se cubrió la cara con su chompa color café, y ahí estaban los dos amantes besándose bajo una chompa. El resto del viaje la escena se repitió varias veces y se repetía seguida de la frase: “tranquila después de un año máximo te mando los papeles”.

Los amantes de las manos acalambradas, como los apodo mi hermano, llegaban al final de su despedida, mientras se levantaban ella le dijo “después de dejarte en el aeropuerto me regreso a Ambato, no quiero quedarme aquí”, el enamorado se puso su chompa café y le acarició el rostro, después tomados de las manos bajaron del bus resignados a no poder alargar más la despedida.

Siempre hay uno, pero en este caso son muchos


A pesar de las exigencias de los pasajeros ¡Señor cuidado! ¡Oiga maneje con cuidado! ¡Qué le pasa cómo maneja!, nuestro “querido” chofer, en manos de quien estuvieron nuestras vidas, no dejaba de acelerar, rebasar, pitar y maltratar los nervios de sus pasajeros.

Las ventajas de ser amigo del chapa


Desde hace algunos meses esta COMPLETAMENTE PROHIBIDO que los transportistas recojan pasajeros fuera del Terminal, para que se cumpla esta disposición varios uniformados vigilan desde una de las calles. Cuando un pasajero común y corriente alza la mano desesperado e intenta parar al bus, el chofer hace caso omiso de la cara suplicante del pasajero que piensa a gritos “por favor que pare”. Claro todo cambia cuando los pasajeros no son tan comunes ni corrientes.

En la fotografía podemos observar como un estudiante de la escuela de policía sube al bus en el lugar donde es COMPLETAMENTE PROHIBIDO recoger pasajeros, segundos antes uno de los policías alzó la mano y pidió al bus que pare, y así los estudiantes de la escuela de policía uniformaditos con traje azul tomaron el bus donde quisieron.

El momento de pagar ¡Un martirio!



Inmediatamente después que mi pie derecho topa la plataforma de hierro del bus una mano impertinente se coloca justo frente a mi cara, quiero imitar ese lengua corporal y alzo mis hombre en señal de “qué quiere”, una mirada penetrante casi asesina acompaña una palabra que suena a amenaza “¡pasaje!”.

Son muy hábiles los pasajeros que justo cuando el bus acelera son capaces de abrir su maleta, sacar la billetera y pagar el pasaje.

Los personajes que uno encuentra en el Transporte Público


No tranquilos, no es el ex presidente de la República del Ecuador dirigiéndose a un medio de comunicación a criticar sobre el gobierno en turno y, declarar que su gobierno fue el mejor que haya tenido el Ecuador, a pesar, entre otras cosas, de la violación a los Derechos Humanos sufridos en su régimen. El parecido con ese ex mandatario me causó tanta indignación (no el parecido si no el sentir tener enfrente a ese personaje político) que decidí tomar una fotografía y publicarla en este blog

¿Por qué el bus es un híbrido?

Uno de los primeros visitantes de este blog me ha comentado “Y de dónde vas a sacar tantas historias” y yo me respondo: ojala pudiese conocer todas aquellas historias que se juntan en el bus pero que son desconocidas...

El CiRcO


Muchas veces el bus nos permite admirar un espectáculo artístico gratis. El jueves 18 de junio mi corto traslado del aeropuerto a la av. Río Coca en la línea de bus Camal Aeropuerto fue deleitado por la voz de una joven artista quien llevaba en sus brazos a un pequeño niño y al ritmo de las maracas anunciaba la corta presentación de un Circo.

Hace mucho que no voy un circo, me canse de mirar animales delgados y notablemente tristes, un presentador que hace de malabarista, después de domador de leones y hasta de payaso, los circos que últimamente se instalan en nuestro país y que son económicamente accesibles realmente causa más tristeza que alegría mirarlos.

Pero los cortos minutos que duró el circo de nuestra joven artista, su hijo, y un acompañante llenó de música, bromas e infantiles canciones a este espacio público móvil.

La presentadora y cantante del circo recorrió los asientos aceptando todo tipo de colaboración: “Elefantes rosados, cheques sin fondo, pulpos voladores.”

Estos artistas no necesitaron de llamativos vestuarios, un elegante escenario y luces de teatro para deleitar a su público, sólo el permiso del chofer para poder subir.

“Muchas gracias señor conductor muy gentil”

Tres horas y veinte y cuatro minutos de Quito a Ambato

Decidirse a viajar en bus fuera de la ciudad no es una decisión fácil, sobre todo para mí que conozco el maltrato directo e indirecto que recibimos los pasajeros que nos trasladamos a Ambato en el objeto de estudio de este blog: El Transporte Público. A pesar de ello una vez más como todas las semanas decido tomar un bus en el Terminal de Quito, desde ahí ya empieza la odisea, no una muy grave cuando se conoce el camino de ese laberinto, bajar gradas, caminar recto, rápido sin detenerse, cuidado los baños no son seguros, la maleta es mejor llevarla adelante, bajar gradas, virar a la izquierda, rápido la primera salida, pagar veinte centavos (pausa, primera interrogante: ¿se invierten esos centavos en el mantenimiento y la seguridad de este terminal?), continuemos, camino hacia la parada 19, me subo al bus, bien, primer tramo superado.

Son las 12:14, a las 14:14 estaré en Ambato siendo optimista… El bus sale casi vacío, los vallenatos son interrumpidos por el inicio de una de las películas de Jan Clon Ban Dan que se proyecta en la pequeña pantalla del bus, reclino mi asiento con la esperanza de poder dormir “recorran las cortinas, señor agachece no sea malito” son las palabras del controlador. Perdón por la ingenuidad pero no puedo dejar de preguntarme ¿qué pasa? E intento acercarme a la ventana, “reinita no se asome a la ventana pues, no ve que vamos a pasar por el Trébol (ahora es prohibido que los buses interprovinciales circulen por este lugar) y hay chapas”. Cerré la cortina y me convertí en cómplice del conductor y su controlador.

Después de más de media hora me percató que el bus recorre las calles del sur de Quito, ¿por qué?, claro a recoger más pasajeros, pero no, en realidad lo que recoge son vendedores que por breves 12 minutos se pasean por el estrecho corredor del bus ofertando sus productos. Al fin el bus arranca y un fuerte olor a comida viene de uno de los asientos, apresurados los pasajeros abren las ventanas, no es suficiente y una considerada señora expande desodorante ambiental.

Ya llevo tres horas y siete minutos en el bus, estoy cerca del Parque Industrial y el decidió conductor, decidió a seguir violando las leyes, ingresa a una gasolinera, quejas recibidas por parte de pasajeros: NINGUNA.

El relato presentado es una pequeña historia real sobre lo que ocurre en el Transporte Público Interprovincial, los siguientes relatos estarán documentados por videos y fotografías de aquellas pequeñas pero molestan peripecias de las que somos victimas los pasajeros.

Historias desde el Transporte Público

El bus, transporte más usado, más odiado, transporte más monótono, más desordenado, transporte sí, pero no un transporte simple, más bien un transporte complicado, un transporte híbrido.

Un promedio de 5 000 personas distintas suben y bajan de un bus, y convierten a este medio de transporte público en un híbrido. Mientras observan por la ventana muchos se entretienen con un parte audiófonos, otros se atormentan con distintos pensamientos, muy pocos duermen, la mayoría se deja llevar por el movimiento cortado del bus, ese movimiento difícil de explicar con palabras pero que por ningún motivo es así

__________________________________________________________________________


Más bien es así

__________ ________ ____ _________ ________ ________ ___________ _________

La gran minoría se queja, otros soportan el repentino frenon recibiendo un golpe en su espalda una y otra vez. Yo me pregunto si existirá un curso de manejo específico para conductores de transporte público que recorren las calles de Quito, pues todos estos chóferes poseen un estilo similar.

Muchas son las historias que suben y bajan de este popular transporte, muchas las anécdotas, muchísimas las quejas no dichas… después de pasar un promedio de 8 a 10 horas a la semana dejándome llevar por el vaivén de un bus he decidió escribir sobre aquellas extrañas, típicas, absurdas, insoportables, inolvidables, buenas y malas historias desde el transporte público.