Tipos de pasajeros

Quienes duermen acurrucados, y hacen del frío espaldar su cómoda almohada. - Señorita, señorita, señorita, pasaje. En toda historia donde existe una bella durmiente no puede faltar el príncipe, pero quien convierte su asiento un castillo no despierta con un tierno beso sino con un jaloneo y antes de terminar su bostezo y con los ojos entreabiertos tiene que pagar el pasaje.

  
Quienes se maquillan pese al inconstante movimiento, acercan un afilado lápiz negro a sus ojos seguros que no habrá un accidente que los ponga en peligro.


Quienes nos convierten en confidentes al revelarnos sus secretos gracias al altavoz de su celular o una de imprudente amiga que repite a gritos su conversación.


Quienes se besan, esos amantes que recordaran aquel bus para siempre, son como una escena de película mirándose, besándose, mirándose, nada les molesta, no existe nadie, los espectadores sienten que el tiempo se ha detenido. 

  
Los que reclaman, a quienes no les importa, los que leen un mensaje de texto para fingir no ver a una anciana, quienes empujan para desquitar sus iras antes de llegar al trabajo, quienes cantan a todo pulmón esperando ser descubiertos, quienes leen, quienes no saben a donde van, quienes no quieren llegar, quienes escriben las historias después de bajar del bus. 






Odio viajar en Trole y tengo argumentos


Fotografía: Carlos Pozo

Sábado 24 de julio, diez y media de la noche, destino: Plaza del Teatro, concierto Sudakaya.

Grito seguido de empujones, una sola frase provoca confusión, ira, indignación, malestar.

Quienes estamos ya dentro del Trole vemos asustados como una masa de gente intenta entrar por la única puerta abierta de este transporte, el controlador grita “0,50 centavos el pasaje, ¡0,50!” , las miradas de quienes quieren ser pasajeros se enfurecen, se miran entre si y como si lo hubieses planeado empiezan a empujar, el cobrador no piensa dejar que nadie pase así que responde a la reacción en masa con gritos y empujones que llegan hasta una señora con un niño en brazos.

La escena se repite en la siguiente parada, pero ahora el enfrentamiento involucra a los pasajeros que desean salir y que obligatoriamente tienen que usar la puerta que está junto al chofer. Unos salen, otros entran, otros son detenidos y obligados a bajar, quienes salen deslizan con fuerza su cuerpo entre brazos y espaldas.

El corredor del Trole es otro escenario, estaba sentada casi al final y mire con un poco de temor todo el recorrido que tenía que hacer para llegar a la puerta designada por dos verdugos (a un conductor que maltrata de esta forma a sus pasajeros y a un controlador que no le importa más que reproducir las monedas que lleva en los bolsillos a costa de la necesidad de las personas no se les puede llamar de otra forma)

Un momento sentí que me faltaba el aire, escuche el llanto de un niño que luchaba por abrirse paso entre las piernas de quienes entraban y quienes salían, en ese momento el miedo se transformó en ira.

Fue el peor viaje de mi vida, ahora puedo argumentar el porque ODIO viajar en Trole. Razones:
- Vi como quienes tiene un poco de poder abusan de él y lo usan a su favor sin importarles nada.
- Fui testigo de la humillación que niños, hombres y mujeres sufrieron al tener que quedarse fuera del Trole por no tener 0,50 centavos.
- Realmente es inhumano que por una puerta de dos metros humanos entren 15 personas al mismo tiempo que salen 5 por el maldito capricho del conductor de facilitarle la tare a verdugo.

No podemos permitir que nos traten así, ¿por qué en una ciudad tan grande sólo hay buses hasta las ocho? ¿Después de las siete muchas personas tiene que esperar más de veinte minutos en las paradas expuestos a un asalto? ¿Por qué tenemos que conformarnos en viajar aplastados en el Ecovia o en el Trole? Necesitamos que mejore el sistema de transporte público, si no protestamos seguiremos siendo victimas de chóferes irresponsables e inhumanos, de asaltos en las paradas de bus, de carreras de buses. ¡Protestemos!

Fobia

Fotografía: Carlos Pozo

No soporto el ruido, no se que es más intolerable si el sonido de esa horrible melodía amplificada por viejos parlantes o el torck torck trock de una chatarra pintada de rojo y blanco circulando por la Seis de Diciembre.
Busco alguna manera escapar del ruido sin tener que bajar, y tu me ayudas tapando mis oídos con tus manos, no lo logras. Sin importar cuanto esfuerzo haga empiezo a desesperarme, necesito bajar. Creo que he descubierto una fobia, tengo miedo, pánico a estar encerrada en bus viejo que emite de cada una de sus latas un estruendo, tengo fobia al ruido fuerte, tengo fobia a pensar que tendré que esperar doce cuadras para poder huir de él.
¿Y si después de las doce cuadras se queda impregnado en mi y lo sigo escuchando? Tomo tu mano y salgo corriendo, mientras se aleja de mi siento pena por los cuatro pasajeros que con la mirada perdida decidieron no dejar sus asientos porque ya están acostumbrados a que el leitmotiv de su viaje sea ese.