Un nuevo significado para el verde


Después algún tiempo de dejarme llevar por la comodidad de un automóvil vuelvo nuevamente al bus. No tuve que planear en mi mente el camino más seguro y corto para llegar al Terminal Quitumbe ya que lo conozco de memoria; y aunque he escuchado infinidad de sugerencias de cómo llegar más rápido decidí tomar un libro del dramaturgo Marcos Rosenzvaig y disfrutar de mi viaje acompañada de su obra.

En el trole no preste atención a ningún pasajero, no me desespere por llegar, concentre mi mente en mi lectura y así el cruzar Quito se hizo más corto... la historia de Hassan y Ada salvo lo que casi siempre es un tormento.

Camine por breves minutos con mi libro en la mano por el Terminal Quitumbe hasta llegar al bus interprovincial que me llevaría a Ambato, en la puerta del bus me recibió una muy conocida voz que desde que dijo: que si no cambian las condiciones en el fideicomiso a partir de junio se empezará la explotación del Yasuní ITT, dejó de ser de mi agrado (no es que antes lo era al cien por ciento).

Cuando me acomode en mi asiento me resigne a detener mi lectura por el alto volumen de la televisión y los aplausos de algunos pasajeros, “tranquila” me dije, “máximo hasta Tambillo durará la señal y no tendrás que escuchar la larga cadena sabatina”.

En ese momento sentí la palma de una mano sobre mi hombro “vamos compañerita, muy bien apoyando la revolución”, obviamente no respondí con una sonrisa, más bien puse cara de asombro, pero enseguida me di cuenta que el culpable de esta confusión fue mi compañero de viaje con pasta verde que descansaba sobre mi rodilla.

El resto del viaje escuche entre los pasajeros dos posiciones distintas aquellos ambateños que viajan con las ganas de volver a su ciudad y otros llenos de color verde que por infinidad de razones asistirían a los festejos del presidente.

Cuando baje del bus tuve que caminar como quince minutos para poder encontrarme con mi papá pues fue imposible llegar hasta el Terminal de Ambato, lo primero que mi padre vio fue mi libro color verde “están llenando las calles con propagandas del Gobierno no”, ¿acaso ahora todo lo verde, hasta mi inocente libro, tiene que ver con Alianza País?

Nuestra pequeña aventura


La imagen de una familia compartiendo dos asientos de un bus viene a mi mente, me produce melancolía y a la vez agradecimiento por haber podido vivir esos momentos. Los lujos no fueron parte de mi niñez esos llegaron con el tiempo, un auto no nos hizo falta y durante años la rutina de tomar el bus juntos era todo una aventura.

Recuerdo las miradas entre mi hermana y yo, miradas de complicidad para repartirnos el primer premio: ir sentadas en la pierna de papá, ahí nos sentíamos seguras y el no ganar ese privilegio nos llevaba hasta la ventana lugar donde imaginábamos cómo sería nuestra vida al crecer, durante esos momentos me fue imposible imaginar el día en que ya no estuviéramos juntos.

Las canciones solían ser parte del viaje, en cada parada, como si el extraño que acababa de subir interrumpiera nuestra privacidad, hacíamos silencio, al sentir el movimiento del bus volvíamos a reír, a cantar y bailar para los ojos de mamá y papá.

La impaciencia nos invadía y empezaban las preguntas “¿ya llegamos?”, la respuesta dependía del ánimo de papá y aveces era un seco “falta poco”, mamá respondía con un abrazo y un beso en la frente, pero la mejor de todas era cuando papá respondía con el inicio de un cuento, sabíamos que segundos antes de bajar del bus él diría la palabra fin.

Durante el corto viaje yo miraba a todas las personas del bus, dejaba por un momento el espacio que creábamos para nosotros e imaginaba breves historias para cada uno de los pasajeros, pero cuando papá empezaba el cuento el bus era sólo para nosotros, lo miraba con atención y recreaba en mi mente cada una de sus palabras, me molestaban las interrupciones de esa pequeña niña de ondulado pelo negro, mi hermana no podía atender sin preguntar, sin reír y hacer bromas, pero esas interrupciones hacían especial la historia.

El bus no siempre nos reservaba dos asientos, cuando eso sucedía sujetaba fuertemente la mano de mamá para no caerme, cuando estaba cansada ella me permitía posar mi cabeza en su estomago y yo sentía el ir y venir del bus con total tranquilidad. Mi hermana me miraba feliz sentada en los zapatos de papá, cantaba bajito para que solo nosotros podamos escucharla.

Los primeros viajes en bus de mi hermano menor nos permitían observarlo, recuerdo que en silencio contemplábamos su sueño deseando que habrá sus ojos para poder compartir con él nuestra pequeña aventura.

Les Adoro, gracias por ser parte de los más sencillos y mejores instantes de mi vida.