Nuestra pequeña aventura


La imagen de una familia compartiendo dos asientos de un bus viene a mi mente, me produce melancolía y a la vez agradecimiento por haber podido vivir esos momentos. Los lujos no fueron parte de mi niñez esos llegaron con el tiempo, un auto no nos hizo falta y durante años la rutina de tomar el bus juntos era todo una aventura.

Recuerdo las miradas entre mi hermana y yo, miradas de complicidad para repartirnos el primer premio: ir sentadas en la pierna de papá, ahí nos sentíamos seguras y el no ganar ese privilegio nos llevaba hasta la ventana lugar donde imaginábamos cómo sería nuestra vida al crecer, durante esos momentos me fue imposible imaginar el día en que ya no estuviéramos juntos.

Las canciones solían ser parte del viaje, en cada parada, como si el extraño que acababa de subir interrumpiera nuestra privacidad, hacíamos silencio, al sentir el movimiento del bus volvíamos a reír, a cantar y bailar para los ojos de mamá y papá.

La impaciencia nos invadía y empezaban las preguntas “¿ya llegamos?”, la respuesta dependía del ánimo de papá y aveces era un seco “falta poco”, mamá respondía con un abrazo y un beso en la frente, pero la mejor de todas era cuando papá respondía con el inicio de un cuento, sabíamos que segundos antes de bajar del bus él diría la palabra fin.

Durante el corto viaje yo miraba a todas las personas del bus, dejaba por un momento el espacio que creábamos para nosotros e imaginaba breves historias para cada uno de los pasajeros, pero cuando papá empezaba el cuento el bus era sólo para nosotros, lo miraba con atención y recreaba en mi mente cada una de sus palabras, me molestaban las interrupciones de esa pequeña niña de ondulado pelo negro, mi hermana no podía atender sin preguntar, sin reír y hacer bromas, pero esas interrupciones hacían especial la historia.

El bus no siempre nos reservaba dos asientos, cuando eso sucedía sujetaba fuertemente la mano de mamá para no caerme, cuando estaba cansada ella me permitía posar mi cabeza en su estomago y yo sentía el ir y venir del bus con total tranquilidad. Mi hermana me miraba feliz sentada en los zapatos de papá, cantaba bajito para que solo nosotros podamos escucharla.

Los primeros viajes en bus de mi hermano menor nos permitían observarlo, recuerdo que en silencio contemplábamos su sueño deseando que habrá sus ojos para poder compartir con él nuestra pequeña aventura.

Les Adoro, gracias por ser parte de los más sencillos y mejores instantes de mi vida.

1 comentarios:

@paulinaescobar dijo...

Gaby, es un hermoso recuerdo de la infancia. Las vivencias que se experimentan en esa época se graban en la memoria y siempre es bueno recordarlas.