Mi obsesión por la tristeza

 Fotografía: Carlos Pozo
Tengo una terrible obsesión por las cosas tristes, por el color negro y el gris, por las películas de drama, por las canciones que provocan lágrimas, por las historias de mujeres como Virginia Woolf, Antonella Storni, o Isadora Duncan, por los días nublados, por los poemas de muerte, por los personajes oscuros.

No soy una persona triste, aunque muchos aseguran que mi mirada es melancólica. No le tengo miedo a la risa, tuve un gran maestro a mi lado que me enseñó a reír entre lágrimas y de quien aprendí las mejores bromas. Mi pasión por las cosas tristes, se asemeja al gusto por las pequeñas pasiones: los chocolates, el fútbol, los vinos. Así como un coleccionista recolecta y gurda celosamente postales, monedas o estampas, yo busco cosas tristes

El amor es tan grande, tan sincero y sentido,
que un día de lluvia Matilde
acabó por tirarse en el río

La historia de Romero y Julieta fue mi favorita hasta que en la vida real me convertí en Julieta, pero eso no me detuvo al querer representar con mi grupo de teatro A puerta cerrada de Sartre y no En alta mar de Mouge. Tengo tres o cuatro cajones llenos de postales, fotografías, frases que son una real una evocación a la tristeza.

Los pocos cuadros que he pintado son inmensos árboles cubiertos de color celeste, que cómo dice mi hermano, parecen extrañas almas en pena. Prefiero ver cinco capítulos de Grey's Anatomy a uno de Friends.

Extraña obsesión… que recuerdo en el bus mientras leo el hermoso regalo de una amiga: Pajarerías de Francisco Febres Cordero. No he hecho otra cosa que disfrutar de mi risa, mi soledad pública sentada en este asiento no se perturba gracias a las elocuentes historias de este periodista. No contengo la carcajada apretando los labios, la dejo salir y sin vergüenza recibo la mirada de los pasajeros.

¿Cuántos suben a un bus con un libro en las manos? ¿Cuántos ríen a carcajadas sin despejar los ojos de su lectura? Es tal mi deliro de carcajadas que un joven estudiante me pregunta “perdón, ¿qué lee que es tan gracioso?”, “cosas alegres”, le contesto, “y tal vez empiece a coleccionarlas”, me digo para mis adentros.

2 comentarios:

Unknown dijo...

En el mundo del éxito y la realización personal la tristeza se ha devaluado. En esta época descafeinada lo intenso se disuelve para que no golpee. Queremos olvidarnos de que tenemos alma y estamos incompletos, irremediablemente.

Anónimo dijo...

uffffffff la tristeza del alma, la insoportable soledad que aveces se vuelve compañera amiga y se hace mas llevadera sonreir para el publico que espera verte siempre felizzzzz....sonreir para ti mismo