Perdí un zapato!!!

Me gustaba regresar de la escuela de la mano de mi abuelo. No era de las niñas que se sueltan la mano para sentirse grandes, me sentía muy bien siendo una niña y hasta hoy prefiero sentirme menos grande de lo que soy.

Mi abuelo caminaba a mi ritmo, cuando alguien pasaba a mi lado, él me acercaba a su largo abrigo gris colocando su mano en mi espalda. Llegábamos a la tienda y me compraba un rico helado de mora con la promesa de que no le cuente nada a mamá. Me gustaría recordar sus palabras durante esos minutos de caminata pero lo único que recuerdo con claridad es la seguridad que sentía tomada de su mano y mirando desde mis 60 centímetros de altura su sonrisa y su sombrero negro.

Cuando nos mudamos de casa y mi edad era la adecuada para regresar sola de la escuela, se remplazaron las caminatas por un bus. Apenas y lograba sostenerme en medio de tanta gente, el peso de mi maleta me inclinaba hacia atrás y los frenazos del bus hacia adelante, alzaba la cabeza y no veía más que caras desconocidas con el entrecejo fruncido, añoraba el momento de bajar pero cuando llegaba sentía miedo debido a la multitud de cuerpos que tenía que atravesar antes de llegar a la puerta.
En una de las tantas salidas, recorrí el bus sujetando mi mochila, jaloneando la ropa de las personas y cuando podía impulsándome de los asientos.

¿Recuerdas cuándo tomabas el bus siendo un pequeño niño? estás cansado de un día de clases, tienes hambre, la maleta se siente enorme apoyada en tu espalda, y por primera vez quieres ser adulto para poder salir del bus sin tanto maltrato.

Ese día mi zapato blanco de educación física se quedó entre los pies de los adultos, no regrese, por un instante dude en hacerlo pero el bus no esperaría y se pasaría de mi parada, continúe caminando con mi pie descalzo y cuando baje del bus respira aliviada.

Cuando en casa preguntaron que pasó sólo respondí "perdí un zapato en el bus, quiero que papito Julín vaya a verme en la escuela otra vez y todos los días".

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