Tres horas y veinte y cuatro minutos de Quito a Ambato

Decidirse a viajar en bus fuera de la ciudad no es una decisión fácil, sobre todo para mí que conozco el maltrato directo e indirecto que recibimos los pasajeros que nos trasladamos a Ambato en el objeto de estudio de este blog: El Transporte Público. A pesar de ello una vez más como todas las semanas decido tomar un bus en el Terminal de Quito, desde ahí ya empieza la odisea, no una muy grave cuando se conoce el camino de ese laberinto, bajar gradas, caminar recto, rápido sin detenerse, cuidado los baños no son seguros, la maleta es mejor llevarla adelante, bajar gradas, virar a la izquierda, rápido la primera salida, pagar veinte centavos (pausa, primera interrogante: ¿se invierten esos centavos en el mantenimiento y la seguridad de este terminal?), continuemos, camino hacia la parada 19, me subo al bus, bien, primer tramo superado.

Son las 12:14, a las 14:14 estaré en Ambato siendo optimista… El bus sale casi vacío, los vallenatos son interrumpidos por el inicio de una de las películas de Jan Clon Ban Dan que se proyecta en la pequeña pantalla del bus, reclino mi asiento con la esperanza de poder dormir “recorran las cortinas, señor agachece no sea malito” son las palabras del controlador. Perdón por la ingenuidad pero no puedo dejar de preguntarme ¿qué pasa? E intento acercarme a la ventana, “reinita no se asome a la ventana pues, no ve que vamos a pasar por el Trébol (ahora es prohibido que los buses interprovinciales circulen por este lugar) y hay chapas”. Cerré la cortina y me convertí en cómplice del conductor y su controlador.

Después de más de media hora me percató que el bus recorre las calles del sur de Quito, ¿por qué?, claro a recoger más pasajeros, pero no, en realidad lo que recoge son vendedores que por breves 12 minutos se pasean por el estrecho corredor del bus ofertando sus productos. Al fin el bus arranca y un fuerte olor a comida viene de uno de los asientos, apresurados los pasajeros abren las ventanas, no es suficiente y una considerada señora expande desodorante ambiental.

Ya llevo tres horas y siete minutos en el bus, estoy cerca del Parque Industrial y el decidió conductor, decidió a seguir violando las leyes, ingresa a una gasolinera, quejas recibidas por parte de pasajeros: NINGUNA.

El relato presentado es una pequeña historia real sobre lo que ocurre en el Transporte Público Interprovincial, los siguientes relatos estarán documentados por videos y fotografías de aquellas pequeñas pero molestan peripecias de las que somos victimas los pasajeros.

1 comentarios:

Danyzu dijo...

Gaby concuerdo con todo lo que escribes del transporte público. Uno tiene que de verdad tener agallas para ir al terminal y coger un interprovincial, es una verdadera cuestión de valentía. Yo por diversas razones me había desacostumbrado a vivir ese tipo de odiseas, pero hace poco me vi obligada a volver al viejo hábito obligado de viajar en “popular”. No puedo decir que fue una experiencia tan tan horrible, más bien fue bizarra e interesante, digamos que es un mundo paralelo al de los carros particulares. En lugar de tomarlo como algo desagradable, toca vivir la situación como una aventura de enanos, hadas, duendes, monstruos, princesa y dragones jejeje y así inventarse la manera de lidiar con la realidad de nuestro transporte público…