La envidia de verte dormir

Trabaje por ocho horas, al igual que el señor de mi lado y de las dos jóvenes cajeras que luchan por sostenerse de espaldar de las bancas ocupadas, mientras tú duermes, duermes placidamente, arrimas tu cabeza al frío e incomodo tubo del espaldar y duermes.

 Perdón, ni yo ni el resto de pasajeros parados queremos interrumpir tu sueño, tampoco deseamos pasar por irrespetuosos pero es imposible no mirarte dormir con tanta placidez a pesar del inesperado frenazo, el llanto de la niña y la música que sale de los audífonos de tu compañero de asiento.

Dormir en el bus es un placer, uno sabe el momento oportuno en que debe abrir los ojos y sin penumbras en el camino llega a su parada.

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